El lunes, a los 88 años, falleció el Papa Francisco, primer pontífice latinoamericano. Su deceso, anunciado por el cardenal Kevin Farrell a través de un comunicado del Vaticano, dio inicio a los ritos fúnebres, complejos procedimientos dictados por la tradición eclesiástica. Francisco, quien ingresó al hospital Gemelli de Roma en febrero por una bronquitis que derivó en neumonía, había sido visto por última vez en el balcón de San Pedro el Domingo de Pascua, donde, con voz debilitada, bendijo a la multitud.

VNET

Su pontificado, iniciado en 2013, se caracterizó por una profunda implicación en la defensa de los migrantes, la ecología y la justicia social. Si bien gozó de enorme popularidad entre los fieles, sus reformas dentro de la Iglesia Católica encontraron una férrea resistencia conservadora. Su decisión de simplificar sus propios funerales, expresando su deseo de ser enterrado en Santa María la Mayor y no en San Pedro, refleja su humildad.

El cardenal Farrell, camarlengo de la Santa Sede, asumirá temporalmente la responsabilidad mientras se organiza el cónclave para elegir al nuevo Papa. Este proceso, que prevé entre 15 y 20 días de preparación, reunirá a aproximadamente 130 cardenales, la mayoría nombrados por el propio Francisco. Se esperan nueve días de luto antes de la elección.

Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires antes de su nombramiento, eligió el nombre de Francisco, en honor al santo de los pobres. Su salud, marcada desde joven por una pleuresía que le afectó un pulmón y una ciática crónica, se deterioró notablemente en 2023, obligándolo a usar silla de ruedas y a cancelar compromisos importantes, incluyendo la COP28. A pesar de sus limitaciones físicas y de las controversias generadas por sus reformas –incluyendo críticas por su manejo de los abusos sexuales en la Iglesia–, mantuvo un ritmo de trabajo intenso, viajando extensamente y abogando por una Iglesia más inclusiva y abierta al diálogo interreligioso, especialmente con el mundo islámico. Su estilo directo, su preferencia por la “periferia” y su encíclica “Laudato si” le granjearon tanto admiración como fuertes críticas por parte de sectores conservadores, quienes lo acusaron de falta de ortodoxia y de un liderazgo autoritario. La coexistencia con Benedicto XVI durante varios años también añadió una capa de complejidad a su papado. A pesar de ello, dejó un legado marcado por su compromiso social y su búsqueda de una Iglesia más moderna y compasiva.

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